viernes, 5 de julio de 2013

Iglesia...lo que se ha olvidado. Parte IV

El arrepentimiento

Arrepentíos y convertíos... fueron las primeras palabras con las que se empezó a pregonar el evangelio por boca de Juan el bautista... y por la del mismo Jesús. Y es que es una acción que exige sinceridad, determinación y humildad, es una rendición total a la voluntad de Dios, que debe ser la meta común de todo el que se proclama evangélico: hacer lo que le agrada a su Señor.

Arrepentirse conlleva dos tiempos y dos acciones que son importantes para traer esa tan anhelada libertad que este provee.
La primera acción que resume el arrepentimiento es la aceptación de culpa. Y aquí es donde se empiezan a enmarañar los senderos porque hay por lo menos dos opciones que podemos tomar, la primera, que es la errónea y la más aplicada por nosotros es  no aceptarla.
Aquí en El Salvador decimos, "no da su brazo a torcer", y es que aceptar que estamos equivocados es algo que se va haciendo cada vez más y más difícil en nuestra sociedad. Es mucho más cómodo justificar nuestras acciones que aceptar la responsabilidad absoluta de ella.

La iglesia se ha acomodado a la no aceptación de culpa, llenando los templos de personas con una gran necesidad de ser perdonadas, y que como autodefensa utilizan la murmuración, la auto justificación y el orgullo. También no faltan los que se sienten infalibles, nunca se arrepienten de sus acciones creando una vida "perfecta", por lo menos en apariencia.

Aceptar la culpa de mis pecados es el primer paso hacia el arrepentimiento, pero al quedarse solo allí no serviría de nada si no damos el segundo... Cambiar nuestra manera de pensar.

Arrepentirse también implica ir hacia una dirección, dar media vuelta y caminar en dirección opuesta a la errónea.
A ese volver y recapacitar se le llama bíblicamente renovar la mente. Cuando la culpa ha cumplido su objetivo de pararnos en seco y hacernos volver en sí, necesitamos humildemente aceptar que la manera en que habíamos venido pensando no era la correcta, por ende, nuestra actitud no era la correcta. Allí es donde entra la maravilla del arrepentimiento, el cual nos dá la libertad de poder presentar la delante de Dios sin culpa y sin esconder nada.

La iglesia está acostumbrada a pedir disculpas, a decir lo siento, pero muy raramente se pide perdón y se arrepiente delante de Dios y de lo hombres. Es más fácil crear una apariencia de invulnerabilidad e infalibilidad contra el pecado., que confesarlo y arrepentirse.
Nos preguntamos porqué la palabra no produce frutos, porqué en nuestras congregaciones cuesta tanto meternos en el ambiente de alabanza y adoración, recuperemos lo que como iglesia hemos perdido

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