viernes, 12 de julio de 2013

Buscando mi ADN en mis hijos

Me gusta la lectura, y últimamente estoy leyendo un par de libros acerca de la familia y principalmente sobre cómo criar a los hijos. Uno de esos libros se titula, la paternidad no es para cobardes (parenting isn't for cowards), y es una gran realidad, ser padres no es nada fácil, sobre todo cuando nuestros hijos son de voluntad firme.

Es muy bonito ver como nuestros hijos van pareciéndose físicamente a mamá o a papa. Lastimosamente nuestros hijos no solo heredan lo físico de los padres, sino también el carácter, temperamento y muchas cosas más, esas cosas son con las que debemos batallar para formar en nuestros hijos la imagen de Dios.

La mayoría de padres nos preguntamos porqué nuestros hijos son como son, y eso es porque se nos olvida que nosotros fuimos exactamente igual que ellos a su edad. Todo, absolutamente todo lo que viene con nuestros hijos es producto de papá y mamá.

 Isaí, mi primogénito, tiene muchas actitudes que yo tuve a su edad y muchas que tengo todavía hasta el día de hoy. A un hijo de voluntad firme Dios le da un padre de voluntad más firme para enseñarle a respetar la autoridad desde la cuna. Los hijos rebeldes son chicos de voluntad firme que no tuvieron una disciplina lo suficientemente firme por parte de los padres y por consecuencia andan por la vida retando a cualquiera que se cruce en su camino.

No me malinterprete, con disciplina firme no estoy hablando de golpes, estoy hablando de ejercer la autoridad sobre nuestros hijos. Mi pastor y padre espiritual, dice que lo que hay que quebrantar de un hijo de voluntad firme es precisamente su voluntad no su cuerpo, Lo que sucede es que nosotros recurrimos a la disciplina y al castigo por excelencia, los golpes que a la larga, no doblegan la voluntad firme sino que al contrario, la nutren cada vez más.
Como padre hay ocasiones en las que pienso en desistir en la disciplina de mi hijo que es de voluntad firme, pero hay algo que no me deja darme por vencido, es lo mismo que hace que Jesús no se dé por vencido conmigo: el amor. El amor no permite dejar que mi hijo tenga una actitud indebida sin corregirlo, claro, debo decirle que mi hijo desde su nacimiento sabe reconocer la autoridad y la mayoría de veces la obedece, pero es en los momentos en que desafía a la autoridad que debo ser firme y recordarle la instrucción: su deber es decir muy bien y obedecer.

No tengamos temor de instruir a nuestros hijos, pues está comprobado que la vara se utiliza adecuadamente en los primeros siete años de vida, hasta la misma palabra Dios nos dice en Proverbios 13:24 El que escatima la vara, a su hijo aborrece; más el que lo ama, desde temprano lo corrige. Lastimosamente algunos padres empiezan a utilizar la vara cuando los hijos son adolescentes haciendo que estoy huyan de su hogar, y lo más espantoso es que una gran mayoría de padres jamás hacen uso de ella, creando jóvenes insolentes que les faltan al respeto.

Instruyamos con amor, pero también corrijamos con amor, pero corrijamos por favor!!!...


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