Es impresionante ver cómo nos preocupamos por saber más acerca de Dios, que conocer a Dios. Y es que el problema radica en que queremos entender a Dios con nuestro cerebro, en lugar de nuestro corazón.
Yo sé quien es presidente de mi pais pero no lo conozco, es decir, sé quien es pero no se nada de sus modales, sus creencias, gustos culinarioos, preferencias, etc. Aunque sé quien es, no lo conozco.
Lo mismo hacemos con nuestro creador, sabemos quien es porque razonamos filosóficmanente nuestra existencia, leemos fervientemente la biblia y nos enclaustranos en seminarios e institutos bíblicos, con el afán de "saber" de El.
Estamos vigilante de lo que las demás congregaciones hacen y promulgan, con el fin de entrar en discusiones "eclesiásticas" y descuidando nuestra relación con Dios.
Ocupenomos por conocerle personalmente, no solo retoricamente sino como una realidad en nuestro diario vivir, no estudiarlo como un objeto o material didáctico, sino que aprendamos a base de sus procesos, la maravillosa esencia de su presencia en nuestra vida.
Demos un poco de descanso a nuestras neuronas, y trabajemos con nuestro corazón una verdadera relación con Dios.
lunes, 29 de marzo de 2010
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