martes, 9 de febrero de 2010

Vino nuevo en odres nuevos

Este pensamiento surgió de uno de los temas que mi hermano y amigo Dajanny compartió en su blog y del cual tuvimos una pequeña conversación el pasado sábado.

Comparto la idea que nosotros los jóvenes somos los responsables de representar con nuestras vidas y transmitir las buenas nuevas penetrando todas las esferas y ámbitos
que componen nuestra sociedad actual.

El punto es que para desarrollar este trabajo, necesitamos crecer integralmente en el conocimiento de Dios y de nuestro propósito como su pueblo.

Jesús expresó que no se puede echar vino nuevo en odres viejos, y es una realidad.

El pueblo de Dios en las ultimas décadas se ha atrincherado en las iglesias locales, sin trascender en la sociedad que nos rodea.

Vemos como los indices de violencia van en aumento, hay más gente en extrema escasez, las enfermedades cobran mas fuerza, problemas sociales como las maras ahogan como tsunami colonias y barrios de nuestra ciudad, y la iglesia, que tiene el poder de hacer retroceder todas éstas circunstancias, muy bien,escondidos en los cultos dominicales y divididos por el famoso sincretismo eclesiástico, argumentando que solo nosotros podemos hacer bien las cosas.

A Jesús le bastó una congregación de doce hombres para cambiar eternamente el ambiente socio-cultural de su época, sanando física y emocionalmente a todos los pobladores de las aldeas donde se movió, podemos verlo en los evangelios tomando en cuenta la ofrenda de una mujer que por ser viuda, se ubicaba en el peldaño mas bajo de su sociedad, como también atendía las peticiones de centuriones, maestros de la ley, es decir, gente de alcurnia, porque tenia lo que nosotros no utilizamos, poder y autoridad en el espíritu.

Aquí está mi punto, si pedimos de Dios sabiduría para poder desarrollarnos en nuestra sociedad debemos perder el temor y ensuciarnos un poco el calzado para llevar las buenas nuevas a todas las esferas y ámbitos, que así como lo hizo Jesús, podamos reír con los que ríen, y llorar con los que lloran, y por supuesto, tener la capacidad de ser de bendición tanto para el cuerpo de cristo, como para las personas con las que convivimos secularmente hablando, y que generalmente son las que nos conocen mejor que nadie porque con ellos compartimos aulas de estudio, escritorios de trabajo, la banca de un parque, la butaca en un café, la mesa en un food court, una sala de espera en el consultorio, una fila en el banco, etc.

Cambiemos nuestro odre, es decir, nuestra manera de pensar, y busquemos con la ayuda de la oración y relación con Dios, las nuevas estrategias, herramientas y recursos que podemos usar para impactar nuestra sociedad, comenzando por las personas que tenemos mas próximas a nosotros.

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