Y el remanente de la casa de Judá que se salve, echará de nuevo raíces por debajo y frutos por arriba. 2 Reyes 19:30
Todo tiene un principio y todo se inicia por el principio, todo lo alcanzado o alcanzable tiene un comienzo, una base, un fundamento, un proceso que define las acciones para poder llegar a un resultado. Así funciona el mundo natural…pero también el mundo espiritual.
Pero a ver, regresemos a este mundo por un momento…es muy fácil ver los resultados de los demás, ver sus frutos, lo que las personas van cosechando al correr de la vida, sea conocimiento académico, estatus social, éxitos laborales, propósitos personales, matrimoniales, familiares…todo esto es bonito verlo y admirarlo. Pero esa admiración muchas veces puede limitar nuestra visión y creer que los frutos se dan porque si, creyendo que los éxitos que vemos que otros alcanzan son el todo de la ecuación de la vida, olvidando que en las ciencias matemáticas la maravilla no está en lo lógico, en lo tangible, en las constantes…sino en las variables, esas piezas que muchos no entendemos a la primera pero que al despejar y ver su valor nos hacen entender la igualdad de la misma.
Antes de los frutos debe haber raíces, sin raíces no hay fruto. Sin valores, disciplina, proceso, confianza en Dios y determinación…no puede haber frutos. De manera que la próxima vez que veamos a una persona avanzar, meditemos en que sus raíces ya han alcanzado la profundidad suficiente y han dado los nutrientes necesarios para poder producir esos frutos. Entonces podemos reflexionar que en lugar de pedir dar frutos, debemos pedir fuerzas y ayuda para poder echar raíces profundas y robustas, de tal manera que nutridos de toda cosa buena, primeramente de toda la bondad del padre bueno, podamos ser fructíferos.
Pero como todo tiene correlatividad…las raíces solas no sirven de nada si su producto final no son los frutos, las raíces necesitan una buena tierra donde puedan encontrar esos afluentes subterráneos donde nutrirse. Todo nos lleva a la fuente de toda bendición, que es nuestro Señor Jesús y la riqueza de su palabra.
Todo tiene un principio, y el principio de todo es temer a Dios y procurar guardar sus mandamientos, todo lo demás viene por añadidura….hasta entonces, podremos disfrutar esa bendición que viene de parte de Dios y que no añade tristeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario