jueves, 25 de abril de 2013

Una sociedad perfecta

En cada matrimonio existe una complicidad divina. Dios se asocia con un hombre y una mujer para el milagro de la procreación. Cada uno de nosotros somos resultado de esa sociedad perfecta, el asunto es...hasta adonde dejamos que Dios se meta en nuestra familia, en nuestro matrimonio y con nuestros hijos.

No debemos perder de vista que los hijos no son nuestros, son herencia de Jehová. Los padres somos solamente los administradores de esa herencia. Por eso es muy crucial el privilegio de ser padres, tenemos en nuestras manos un alma en la cual se está escribiendo una historia eterna. Una historia que traerá gratos o malos recuerdos, situaciones que facilitarán o servirán de lastre para su relación con Jesús.

Es la historia de toda nuestra vida, nuestras limitantes con respecto al amor de Dios es que lo ponemos en perspectiva con la relación que tuvimos con nuestros padres. Debemos procurar para nuestros hijos un futuro donde les sea fácil caminar bajo la voluntad de Dios.

Para lograr ese propósito es necesario el amor, pero el amor en todas sus dimensiones: caricias, abrazos, regalos, instrucción, corrección, limites, responsabilidades y privilegios. No podemos ser tan egoístas con nuestros hijos y negarles la valiosa lección de la instrucción y la corrección. Sería un gran pecado el inculcar en nuestros hijos una mentalidad de derechos, merecedores de todo, antes de ponerlos en la realidad que lo que ellos tienen son algunos privilegios que son ganados a medida su obediencia lo amerite.

Poner limites a nuestros hijos es tan vital e importante como darles un buen abrazo y un beso. Enseñarles responsabilidad es tan imperante y valioso como decirles un "te amo".
La sociedad espera jóvenes y señoritas con ciertos valores morales, y eso se aprende en la cuna, en la sala, en el comedor, en el baño, en el carro... en el hogar.

Tenemos la ventaja que Dios está de nuestro lado para hacer la parte que le corresponde en la maravillosa sociedad del matrimonio, ayudarnos a guiar a nuestros hijos a caminar siempre en la voluntad de Dios... en su bendición... 

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