viernes, 22 de marzo de 2013

Devuelve lo que no es tuyo...

Nuevamente Jesús está a punto de llegar a la ciudad.
 Hay dos personajes que dejaron su historia plasmada en la biblia, los dos de la misma ciudad religiosa de Jericó.

El primero, un hombre muy conocido por todos los que transitaban el centro de la ciudad. Bartimeo, el ciego que se había ganado la compasión de las personas. Dejaremos su milagro de sanidad para otra ocasión y nos enfocaremos en el otro personaje...

El otro hombre también es muy reconocido, tal como Bartimeo, no puede pasar desapercibido.
Su estatura no le permite pasar inadvertido, su profesión mucho menos... 
jefe de los recaudadores de impuesto...!!

Zaqueo necesita ver a este maestro. No puede más con la reputación que se ha granjeado a pulso entre el pueblo. Su corazón de Judío sabe que no está haciendo lo que le agrada a Dios, no está obedeciendo lo que la ley manda....

Se llega el día de la visita de Jesús a la ciudad. Sin pensar en el qué dirán, se sube a un árbol para poder observar a este hombre Nazareno.

Jesús le reconoce por nombre, para sorpresa de Zaqueo.
Jesús ya me conoce por nombre y sabe mi reputación, y aún así... quiere que lo reciba en mi casa!!

Mi pastor Carlos Berges mencionaba este episodio de la biblia, y cuando Jesús entra a la casa de Zaqueo, hay una pregunta que flota en aire.
Una pregunta que taladra el corazón de Zaqueo y le hace actuar antes que el maestro se pronuncie al respecto.
Zaqueo... y esto que tienes aquí, te lo dio mi padre?
y esto que está amontonado en este rincón, es fruto de la bendición de Dios, o consecuencia de tu astucia y mañosería??
Claro, la pregunta no se escucha. no es perceptible al oido humano, pero sí en el alma y espíritu de Zaqueo.
Por eso inmediatamente saca todo lo que no era suyo, todo lo que Dios no le había dado, todo lo que no provenía de la mano del padre, lo devolvió cuadruplicado...

Resulta ser que cuando Dios nos creó, nos hizo a su imagen y semejanza. Pero con el transcurso del tiempo, vamos adquiriendo cosas que el padre eterno no nos entregó, cosas con las que Él no nos creó.
Es por eso que cuando Jesús no visita, nos hace la misma pregunta...
ese rencor que tienes arrinconado, ¿te lo dio mi padre?
el resentimiento que está colgado por allá, ¿es tuyo?
A todas esas preguntas, como Zaqueo, debemos responder que no. El resentimiento es consecuencia de tener un corazón engañoso, el odio es producto de confiar en el hombre antes que en Dios.

Por eso debemos despojarnos de lo que no es nuestro, de lo que no va con nuestra naturaleza espiritual.
Necesitamos que Jesús visite nuestros corazones, para que llegue la salvación a nuestras vidas.
Salvos del odio, del rencor, de la desobediencia.

Preparemos nuestro corazón para devolver lo que no nos pertenece y quedarnos con lo verdaderamente eterno y valioso para nosotros, la presencia de Jesús en nuestra casa!!







1 comentario:

Carolina de Rivas dijo...

Gloria a Dios!!!... Que revelación más hermosa!💕

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