jueves, 13 de mayo de 2010

Victoria permanente, batalla constante

El ser humano por naturaleza es un ser competitivo, es decir, nos gusta competir entre nosotros de manera directa o indirecta, ya sea intelectual, física, emocional y socialmente, y esta bien puesto que es una de las características de cada hombre sobre la faz de la tierra.
Desde el momento de la concepción todos hemos sido ya competidores de una exhausta carrera por llegar primero y obrar el milagro de la gestación, claro, todo esto es obra maravillosa de nuestro creador, quien nos ha diseñado para que este proceso sea desarrollado con tan majestuosa precisión.

Al revisar el marco histórico de la iglesia, podemos ver como el conformismo y la famosa frase “quizás esta es la voluntad de Dios”, ha creado gente que piensa que amar a Dios significa acomodarme a lo que soy y tengo, que pedirle a Dios por un mejor trabajo es blasfemia, pedirle la restauración de la salud es una insolencia, mucho menos pedirle cosas materiales, defendiendo teorías obcecadas de un cristianismo medieval y religioso, para este tipo de cristianos la tierra es el centro del universo y queman en la hoguera de la discriminación “santa” a cualquier Copérnico que se atreva a decirles lo contrario.

Jesús dijo a sus discípulos que el reino de los cielos sufre violencia y que solos los valientes arrebatan los milagros para poder gozarlos en nuestra vida diaria, y en otra parte del nuevo testamento se nos dice que estemos vigilantes para que nadie tome nuestro galardón. Lo que significa que aun en el ámbito de la vida cristiana, nuestra relación con Dios debe ser buscar siempre cada dia mas su reino, y como efecto de reciprocidad, las demás cosas se nos añadirán.

Todos debemos estar consientes que debemos buscar amar mas a Dios cada dia, cumplir cada mas sus ordenanzas como el amar y perdonar, y por supuesto tratar a cada momento de agradarlo mas con una santa y verdadera relación personal con El.
Si es posible vivir una vida como dice proverbios como la luz de la aurora, de aumento en aumento hasta que el dia es perfecto, pero para poder lograr mantenernos en victoria permanente debemos mantenernos batallando constantemente, es decir, luchando continuamente con nuestra alma. El orgullo, la soberbia y el odio son enemigos insidiosos en nuestra vida y no necesitan tener protagonismo constante en nuestra vida, basta que les abramos en un segundo la puerta de nuestro corazón, para que nos fastidien nuestra relación con Dios y con las personas que nos rodean, principalmente las que mas amamos.
El llamado ahora es a mantenernos luchando con las áreas que mas trabajo nos dan y tenerlos gobernados lo mas posible, para poder vivir una vida en verdadera victoria.
Mi madre espiritual nos compartía una verdad que cambia nuestra perspectiva con relación a este tema, los cambios en mi vida son directamente proporcionales a cuanto mantenemos gobernadas estas áreas, es decir, en lugar de decir que Dios nos ha cambiado, debemos decir que sabemos mantener gobernado el orgullo y todo lo demás, solo asi seremos mas que vencedores.

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