miércoles, 22 de octubre de 2025

Oídos sin Fe

 Porque, ¿Quiénes fueron los que, después de haber oído, lo provocaron a ira? Hebreos 3:16a

Hay bendición en escuchar la voz de Dios, ¡por supuesto que sí!, escuchar su voz a través de su palabra definitivamente que es para nuestro provecho, atesorarla es una bendición integral, es decir, que cada área de nuestra vida es ampliamente fructífera.

El primero de los salmos lo declara así, el que medita en la palabra de Dios dará fruto a su tiempo y su hoja no cae. Escuchar la voz de Dios debe ser una petición primordial de cada uno de nosotros que decimo amar a Dios y buscamos agradarle haciendo su voluntad.

Pero aparte de ser una bendición escuchar la voz de Dios es una responsabilidad que va ligada con la fe, ¿Cómo así?, nosotros prestamos nuestros oídos cuando nos sentimos identificados con el mensaje del interlocutor, ya sea un video de cómo hacer pollo en salsa de tomate, hasta una conversación trivial con nuestros amigos, familiares o pareja nosotros les prestamos atención porque confiamos en que lo que nos hablarán se identifica con nuestra manera de pensar y que su charla nos aportará positivamente en nuestro marco de pensamiento.

Lo interesante entonces no es solo pedir escuchar la voz de Dios sino más bien preguntarnos ¿Para qué quiero escuchar la voz de Dios? ¿Para qué quiero que me hable?, porque si solo es para llenarme de conocimiento retórico, de un sentimiento sensacionalista (cualquiera se asombraría de escuchar literalmente la voz de Dios) estamos sobrellevando ya no una bendición sino una responsabilidad de la que se nos pedirá cuentas.

Esta gente escuchó la voz de Dios, vieron la nube y los truenos en el monte Sinaí, quedaron perplejos al ver el rostro resplandeciente de Moisés al bajar del monte con los mandamientos su Dios, todo esto estuvo bien, pero entonces, ¿porqué llamaron a ira a Dios?, solo una razón: oídos sin fe.

Escuchar la palabra de Dios sin los lentes de la fe es como tener la sopa más deliciosa frente a nosotros y querer tomarla con un tenedor en lugar de una cuchara, es tener un carro de lujo pero sin la llave para ponerlo en marcha.

cuántas veces nos hemos acercado a Dios para escuchar su voz pero sin la fe, la confianza necesaria para descansar en sus promesas, para dejar a un lado el afán y el estrés del día a día. Esta gente escuchó la voz de Dios, sus promesas, sus bendiciones y su cuidado, pero el calor y la sed del desierto ensordecieron su confianza, su fe, la esperanza de aquellas palabras que un día atesoraron.

Nuestro deber hoy es no solo pedirle a Dios que nos hable, sino tener la confianza suficiente que EL es nuestro Dios y Señor, que Su palabra sustenta y sostiene todo. Solo de esa manera podemos ser agradables delante de nuestro Señor y podremos disfrutar de la bendición integral de Su palabra en nuestras vidas. 

 



miércoles, 8 de octubre de 2025

¡Temprano!

Y cuando el que servía al hombre de Dios se levantó temprano y salió, he aquí que un ejército con caballos y carros rodeaba la ciudad. Y su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos? 2 reyes 6:5


Me gusta madrugar, es un hábito que adquirí desde muy temprana edad. Siempre he observado esa transición de la noche al día, ver esos primeros rayos de sol aunque sea desde la ventana de nuestro cuarto, me parece sorprendente como sucede ese milagro todos los días y lo tenemos tan a nuestro alcance que se ha vuelto rutina para muchos.

Esta es la primera razón que encontré como pretexto para levantarme temprano, la otra razón es mi tiempo de intimidad con mi Señor y Padre. Desde que leí que el ama a los que temprano le buscan he tratado de no fallar en esa cita tempranera, no siempre oro más de media hora pero platico con mi Señor en el resto del día, aunque la mayoría de veces yo estoy como oyente y espectador de lo que me quiere decir.

Esas dos razones me levantan de la cama siempre, por supuesto, hay otras razones más terrenales como ir a trabajar, despedir a los niños antes que salgan a la escuela y no sé qué otra rutina podríamos tener para madrugar, pero la primordial es encontrar la voz de Dios, es poder escuchar su voluntad, nutrirnos con su palabra para poder vencer en el resto del día.

Se imagina usted  Guezi, levantándose temprano como todos los días con buen ánimo, preparándose para servir a Eliseo el hombre de Dios, ese era un alto privilegio. Sus motivaciones eran excelentes esa madrugada, sus propósitos para ese día, empezando su jornada de la mejor manera posible pero…oh, sorpresa, en lugar de ver el hermoso paraje que adornaba su entorno, ve enemigos por todos lados acechándolos.

No sé cómo se sentiría este muchacho, pero si sé cómo me he sentido yo muchas veces en las que diligentemente busco madrugar para recibir la bendición, para llegar temprano al trabajo, para estar a tiempo en la escuela….y sorpresa, el tráfico no nos dejaba avanzar, el carro con una llanta falta de aire, un pequeño resfriado, una pequeña discusión con mi pareja, un berrinche de los niños ….ahí temprano.

Señor, yo soy tu hijo y me he esforzado por temprano buscar tu rostro, ¿Cómo es posible esto?, como Guiezi he pasado por esos momentos de afán, de ansiedad y de agobio. Pero gracias a Dios por Cristo Jesús, que está a nuestro lado para abrirnos los ojos para que podamos ver que nuestro servicio no es en vano, nuestra diligencia por ser agradables ante el padre no ha pasado desapercibida.

Levantarse muy temprano muchas veces implica no tener la visión clara de lo que nos rodea, pero tenemos con nosotros al que tiene el control de lo que nos rodea, caminemos por fe y no por vista, sin desanimarnos ni desmayar….mayor es el que está con nosotros, el FIEL y VERDADERO


lunes, 6 de octubre de 2025

Rompe techos

  Y como no pudieron acercarse a Él a causa de la multitud, levantaron el techo encima de donde Él estaba; y cuando habían hecho una abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico. Marcos 2:4

Esta pequeño relato de la bíblia me hace recordar un episodio de mi vida en la casa de mi abuela materna, en donde viví gran parte de mi infancia  ¡Lo recuerdo cómo si fuera ayer!…

Ese lugar del que tengo tantos bueno recuerdos (y otros no tan buenos) en donde se forjaron mis primeras experiencias en conocer a Dios.

Fue ahí donde a fuerza y amenaza de no recibir mi vaso de leche por las mañanas tuve que leer el proverbio del día,  no sé por cuantos años. En ese lugar descubrí mi pasión por la música clásica instrumental, el piano y los libros, al principio fueron como un refugio, sin embargo; estos pasatiempos dejaron de ser subterfugios del alma y se convirtieron en mis herramientas espirituales…

Lamentablemente ese lugar no solo fue un semillero de buenos recuerdos; dichoso fuera!, también hubieron episodios grises llenos de ausencia y soledad por no tener a mis padres conmigo, otros tantos aterradores que desearía no recordarlos. Pero cada uno, ha servido para forjar lo que ahora soy. El amor de mi padre eterno es perfecto, fiel y en ÉL no hay despropósito sino al contrario; hace que todas las cosas obren para nuestro favor.

uno de esos recuerdos que saltan a mi memoria es un sueño recurrente que yo tenía en ese entonces. Resulta ser que algunos de mis primos llegaban a la casa de la abuela y ese momento era aprovechado por todos. Uno de mis primos con los que me tocó vivir en esa casa era experto en subirse al plafón, pasarse el techo y salirse a la calle a divertirse sin que los adultos se dieran cuenta. Travesura de niños, pero yo, cinco años menor que este intrépido escalador, miraba eso como una hazaña inalcanzable. 

Poco a poco fui aprendiendo a soltar el miedo y comencé por jugar en el plafón, pero había algo que no había podido vencer y era saltar desde ese lugar que a mis ojos de niño se veía tan alto. Eso me paralizaba, y es que era el recuerdo persistente de aquel sueño en el que yo me atrevía a saltar desde el plafón, pero al caer terminaba mal herido. 

Ese sueño me robó el privilegio de disfrutar horas de juego, hasta que llegó el día en que ya no soporté ser el único que observaba mientras mis primos se divertían colgados de las varillas de hierro de ese plafón que había quedado a medias. Llegó el día en el que vencí el temor y me colgué de los hierros salientes del techo; no había marcha atrás, para bajar tenía que soltarme, pero para mi sorpresa al soltarme...¡no me pasó nada! no me rompí ningún hueso, estaba intacto, con la adrenalina a mil y con una satisfacción que no cabía en mi pequeño pecho.

Ese día no sucedió nada en mi exterior, pero en mi interior sí cambiaron muchas cosas... Ese sueño dejó de fastidiarme, dejé de ser ese niño paralizado en el techo viendo como todos abajo reían con satisfacción.

Volviendo a la historia del paralítico puedo imaginar que al igual que yo tenía la misma cara de susto cuando sus ocurrentes amigos deciden romper el techo y bajarlo para acercarlo a su liberación, a su milagro, a su sanidad... JESÚS. 

Me gusta pensar en que yo soy esa casa donde Jesús mora, pero muchas cosas aún están paralizadas en mí, debido a muchas situaciones que marcaron mi comportamiento, mis sueños y aquellas voces que vienen de tiempo a decirme que no puedo y me dejan paralizado. Es ahí donde con la ayuda de la Palabra de Dios debo llevar esos pensamientos que se han elevado al techo de la casa, cautivos y romper ese techo para llegar ante Jesús y libérarme de lo que el sistema ha querido paralizar en mi vida. El “no puedo” “no soy digno” “no lo merezco” “estoy solo” “ estoy abandonado”, son algunos de los paralíticos que he tenido que subir al techo de mi vida, quitar esos argumentos y pensamientos humanos y permitir que mi amado maestro me libere y me sane.

Ese sueño feo que era recurrente...fue desplazado por un hito histórico, hoy recuerdo ese juego como uno de los mejores de mi niñez y reflexiono en esa pequeña victoria donde mi Padre Eterno me regaló una vislumbre de lo que muchos años adelante entendería como Su voluntad agradable y perfecta me llamaron a vivir de Su mano; sin temores; venciendo cada obstáculo porque ÉL no me abandonará ni me desamparará…

Les invito, no a subir al techo de su casa, pero si a ser 'Rompe Techos', a vencer el temor con la confianza puesta en nuestro amado Señor y Padre. 

Raíces y frutos


Y el remanente de la casa de Judá que se salve, echará de nuevo raíces por debajo y frutos por arriba. 2 Reyes 19:30

Todo tiene un principio y todo se inicia por el principio, todo lo alcanzado o alcanzable tiene un comienzo, una base, un fundamento, un proceso que define las acciones para poder llegar a un resultado. Así funciona el mundo natural…pero también el mundo espiritual.

Pero a ver, regresemos a este mundo por un momento…es muy fácil ver los resultados de los demás, ver sus frutos, lo que las personas van cosechando al correr de la vida, sea conocimiento académico, estatus social, éxitos laborales, propósitos personales, matrimoniales, familiares…todo esto es bonito verlo y admirarlo. Pero esa admiración muchas veces puede limitar nuestra visión y creer que los frutos se dan porque si, creyendo que los éxitos que vemos que otros alcanzan son el todo de la ecuación de la vida, olvidando que en las ciencias matemáticas la maravilla no está en lo lógico, en lo tangible, en las constantes…sino en las variables, esas piezas que muchos no entendemos a la primera pero que al despejar y ver su valor nos hacen entender la igualdad de la misma.
Antes de los frutos debe haber raíces, sin raíces no hay fruto. Sin valores, disciplina, proceso, confianza en Dios y determinación…no puede haber frutos. De manera que la próxima vez que veamos a una persona avanzar, meditemos en que sus raíces ya han alcanzado la profundidad suficiente y han dado los nutrientes necesarios para poder producir esos frutos. Entonces podemos reflexionar que en lugar de pedir dar frutos, debemos pedir fuerzas y ayuda para poder echar raíces profundas y robustas, de tal manera que nutridos de toda cosa buena, primeramente de toda la bondad del padre bueno, podamos ser fructíferos.

Pero como todo tiene correlatividad…las raíces solas no sirven de nada si su producto final no son los frutos, las raíces necesitan una buena tierra donde puedan encontrar esos afluentes subterráneos donde nutrirse. Todo nos lleva a la fuente de toda bendición, que es nuestro Señor Jesús y la riqueza de su palabra.

Todo tiene un principio, y el principio de todo es temer a Dios y procurar guardar sus mandamientos, todo lo demás viene por añadidura….hasta entonces, podremos disfrutar esa bendición que viene de parte de Dios y que no añade tristeza.

domingo, 5 de octubre de 2025

Vasijas vacías

 Entonces él le dijo: Ve, pide vasijas prestadas por todas partes de todos tus vecinos, vasijas vacías; no pidas pocas.  2 Reyes 4:3

La fe tiene un efecto que muchas veces perdemos de vista, y es que la fe es como un poco de levadura que al entrar en contacto con un poco de masa, es capaz de propagarse y hacer que la masa crezca, se extienda…se ensanche. La fe en Dios es capaz de fermentar cualquier situación o proceso y hacerlo fructificar según la voluntad de nuestro Señor.

En los tiempos del antiguo testamento los insumos de materia prima como el agua, vino o aceite se guardaban en vasijas. Esto hacía que los recipientes o vasijas que almacenaban estos insumos recibieran vital importancia en cada hogar.

Más aún cuando podemos ver que los recursos como el agua, el aceite, el vino y los granos para hacer alimentos eran altamente apreciados y en algunas épocas hasta escasos.

Todos estos elementos(agua, aceite, vino, granos o cereales) hablan de procesos, de lagar, de trillo, de triturar. 

Todo lo valioso en nuestras vidas es producto de un proceso, nada se obtiene de la nada, nada es producto de la casualidad sino de la causalidad. Los éxitos, metas, dones, ministerios, propósitos alcanzados, todos ellos son productos de la forja, de pasar tiempo en el yunque siendo amoldados y pasados por fuego y por agua para obtener el temple requerido.

Según el relato bíblico, existía un hijo de profeta, un hombre de Dios el cual muere y deja a su esposa e hijos en una situación complicada. Eliseo recibe a la viuda y se entera de sus problemas, pero ella tenía algo a su favor: su esposo era un profeta temeroso de Dios, lo que significa que esta mujer había aprendido a confiar en el Señor.

Eliseo le pregunta si hay algo que tenga en su casa y que sea de valor, y ella solamente tiene una vasija de aceite.

Eliseo le dice consiga vasijas vacías…no nuevas, no perfectas sino aquellas que por alguna razón han quedado vacías, vacías de vino de alegría, de agua de la palabra o de aceite que es la unción o impartición de una medida de fe. 

Muchos tenemos aceite en nuestra vasija, ya sea un don, una palabra, una impartición de fe…algo que puede llenar otras vasijas.

Pero muchas veces caemos en el error de querer dar o impartir lo que Dios nos regala por misericordia pero en vasijas perfectas, intachables, y es allí donde detenemos el fluir de nuestro aceite y dejamos de ser bendición para los demás.

Buscamos impartir nuestro aceite que es nuestra bendición en personas que a nuestro ojo humano son intachables, merecedoras de nuestra bondad, cuando realmente hemos sido llamados a buscar vasijas vacías. Quizá algunas desquebrajadas o astilladas por el mundo, lastimadas por el sistema, vacías de fe, de identidad y de amor propio. 

El llamado es buscar vasijas vacías, hasta entonces nuestras vasijas serán una fuente que no se detendrá, como la vasija de esta viuda que su aceite alcanzó para todas las vasijas vacías que sus hijos consiguieron.

Dios nos ayude a no buscar vasijas nuevas, perfectas e intachables, sino aquellas vidas vacías del amor del padre eterno.

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