viernes, 26 de abril de 2013

Iglesia...Lo que se ha olvidado. Parte III

"llamar al pecado... Pecado"

Cuando se cauteriza la conciencia del ser humano, se pierde la sensibilidad, el respeto y el amor.
Una de las frases más utilizadas de mi pastor es "no bajar el estándar". Si soy buena gente conmigo mismo siempre buscaré suavizar mi conciencia echando la culpa sobre otros y minimizando la responsabilidad que me corresponde.

Nuestra naturaleza humana nos hace expertos en buscar culpables. Siempre hay alguien que tiene la culpa menos yo. Ese pensamiento hace que nuestra conciencia nos mienta.
La palabra de Dios declara que todo lo que no proviene de fe es pecado. No utiliza los términos humanistas enfermedad, adicción, debilidad, complejo, válvula de escape. Al contrario a lo que piensan los humanistas, la borrachera es pecado, la ira es pecado, el odio es pecado, cualquier adicción es PECADO.

El temor a llamar las cosas como son ha hecho del cristianismo moderno una masa amorfa y heterogénea, mezclada con cualquier ocurrencia para tener acceso a "pecar".
No sé si es la palabra la que golpea a los "cristianos" de hoy, o la remuneración que ésta acción conlleva. La biblia proclama que la paga del pecado es la muerte. Lo cierto es que es más fácil hablar del perdón de Dios, que perseverar en su voluntad. Es más cómodo hablar de la gracia que de la responsabilidad de mantener nuestras vestiduras si manchas ni arrugas, no hablo de perfección o santurronería, hablo del hecho de cuidarnos para el encuentro con nuestro amado Señor.

Un vecino de la colonia donde crecí tiene problemas con los estupefacientes, desde que tengo memoria lucha con ese pecado, ya a estas alturas debe ser un hombre de cincuenta años y no reconoce que lucha con un pecado de iniquidad. Su propia conciencia le juega la vuelta diciéndole que no es para tanto, el está enfermito y que cuando quiera puede curarse. Ya con ese pensamiento lleva su buen par de años.
Eso mismo pasa cuando nosotros minimizamos nuestros malos actos, Dios espera que sepamos reconocer el pecado cuando nos asedie, que podamos distinguir los ataques del enemigo y desenmascarar sus artimañas, pero necesitamos dejar la lastimería a un lado y combatir con el pecado.
Pablo declara que nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra huestes y principados que gobiernan en las regiones celestes.

Llamemos al pecado, pecado. No permitamos que la iniquidad haga nido en nuestros corazones, matrimonio, familia e iglesia. Nuestras armas son poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas...

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