martes, 26 de enero de 2010

Una alegoría sobre el cristiano y el Salmón


… y no se acomoden este siglo.

Fue uno de los mandatos que Pablo les estableció en su correspondencia a todos los cristianos que en su época vivían en la capital del imperio de su tiempo: La imponente ciudad de Roma.

Imponente en todos los sentidos:
Vanguardia en las artes y letras
Conocimientos de arquitectura e ingeniería súper avanzados
Sistema de acueductos, drenaje y suministro de agua para toda la cuidad, su máxima carta de orgullo y satisfacción en inventiva
Definición y desarrollo de estado y derecho judicial, dignos de encomios.
Gran apertura a desarrollo de idolatría, rienda suelta a los placeres y los más bajos instintos humanos, su “mejor reputación”

Con justa y sobrada razón Pablo sabe lo que nos aconseja en estas frases, porque al igual que los cristianos en Roma, nosotros vivimos sumergidos bajo la misma corriente de maldad e inhumana de la antigua cuna de los Romanos.

Auxiliándonos de la paráfrasis podríamos decir en términos populares que la advertencia de Pablo fue: no importa las circunstancias, ustedes vayan en contra de la corriente.

Alegóricamente Dios diseño una especie de peces que traen programado un propósito específico, que la ciencia no se explica pero que ellos hacen instintivamente siguiendo el mandato que Dios les ha implantado desde la creación: Nadar contra la corriente.

Muy caprichosamente en contra de la fuerza del rio, el salmón sabe que a como de lugar debe llegar a la parte mas al norte del rio, para seguir su camino en el circulo de su vida, abriéndose paso ante la caudalosa y vertiginosa corriente que hace de su viaje una exhausta faena.

Al principio debe luchar solo con la corriente natural del agua, sobreviviendo los rápidos de los deltas del rio, hasta llegar a un punto donde la fuerza que ejerce el agua es menor.

Así es nuestra vida al decidir seguir a Cristo, todo aparentemente está bien hasta que Jesús aparece en nuestra vida y nos recuerda que en nosotros hay una simiente diferente y nuestro propósito en la tierra es regresar a la casa del padre, jornada que implica que en muchos aspectos debemos ir en contra de la sociedad, de la cultura e incluso de algunas normas y hábitos aprendidos o heredados por nuestra familia.

Comenzamos como el salmón a nadar en fe, y nos sentimos fuertes y victoriosos en Dios.

Pero sigamos con el agitado viaje del pez, ya cuando lo mas fuerte de la corriente ha pasado y piensa que puede relajarse, lo esperan dos o tres oseznos con su hambrienta madre, y el platillo de la casa es el peculiar y dichoso anfibio.

Ahora su lucha se acrecienta porque si por el cansancio se acomoda y deja de nadar puede terminar engullido por estas feroces bestias.

Bueno, la Biblia nos dice que hay un individuo pasándosela de león, buscando la oportunidad para devorarnos, y es precisamente cuando ya nos sentimos relajados que nos acecha mas de cerca.

Cuanta lección nos deja este alegórico pez, dicho sea de paso, cualquier parecido es pura casualidad.
Bendiciones

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