viernes, 31 de enero de 2014

Instrucción u omisión...usted escoge

Desde el momento que Dios confió en nosotros su herencia y nos bendijo con nuestro hijo Daniel Isaí, hemos sido objeto junto con mi esposa de la crítica sobre la manera de instruir a nuestro hijo.

La instrucción mis estimados, conlleva dos acciones que van de la mano para poder criar hijos a la manera que Dios enseña.

La primera fase de la instrucción es el aprendizaje de la misma. Los padres debemos aguijonear la instrucción a los hijos cuantas veces sea necesario con el fin de que ellos aprendan a escuchar el consejo y obedecerlo. La mayoría de padres que se toman la ocupación de criar bien a los hijos se quedan hasta este nivel. Con mucha frecuencia he visto como los padres tendemos a hablarles una y otra vez a nuestros hijos la misma instrucción sin que ésta cause efecto alguno sobre ellos, es en ese momento donde el aprendizaje debe subir a la segunda fase...

La corrección es la que se encarga de recordar que el propósito de la instrucción es que debe ser obedecida sin objetar. Lastimosamente muy pocos padres se esfuerzan por ejercer la corrección y optan por dejar que los pequeños se salgan con la suya.
El ejemplo que los padres deben dar a sus hijos no tiene nada que ver con usar o no la corrección, más bien, cada vez que el hijo sube de nivel y reta la autoridad del padre, éste debe recordarle que el que pone las reglas es él que manda.
Los primeros años de los hijos es para enseñar obediencia, gratitud y amor en sus pequeños corazones, que aunque tiernos, tienden a querer manipular e imponer su voluntad.

Todo es cuestión de utilizar con sabiduría las dos facetas de la instrucción, el aprendizaje de la instrucción y la corrección para recordar que la instrucción se obedece.
Algunos han tildado de crueldad la instrucción a los hijos, pero basta con que vayamos a las casas de cada uno de los detractores y podremos observar que el último que manda allí es papá o mamá.
Basta con que demos una vuelta por algún restaurante o centro comercial y nos encontraremos con padres desconcertados ante las rabietas de sus queridos "angelitos".

Isaí sabe cuando está desobedeciendo y que esto le trae consecuencias, una nalgada con su paleta de corregir, eso lo mantiene en equilibrio. Debo confesar que a cada momento que ve la oportunidad de imponer su autoridad y criterio, desafía la instrucción y es allí donde no podemos cansarnos de instruir y corregir; y al hablar de corregir no me refiero a destruir con golpes, más bien a castigar con equilibrio y disciplina.

Una de las reglas que mi esposa me recuerda al momento de corregir a nuestro hijo es el equilibrio, el dominio propio y la misericordia. Debemos intentar y esforzarnos por no corregir con enojo porque entonces no estamos instruyendo, solamente golpeando.
El dominio propio es también necesario para no caer en crueldad. Una o dos nalgadas bien puestas son suficientes para recordarle al niño quién es la autoridad; y por último está la misericordia, si la acción no es tan grave podemos darle oportunidad de arrepentirse a nuestros hijos, siempre y cuando su actitud no sea repetitiva porque podría convertirse en un método para escapar de la disciplina y hacer lo que quiera.

En conclusión, todos decidimos si queremos instruir a nuestros hijos o hacer caso omiso de sus malas actitudes y pretender que son un pan caído del cielo... usted decida



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