martes, 19 de noviembre de 2013

Una cosa llamada soberbia

Este es un concepto que cuesta mucho asimilar, puesto que es parte de nuestro ego o "yo" interno.
Alimentada desmedidamente por el orgullo, la soberbia puede hacernos pasar malos ratos, ciclos interminables de resentimientos y odios infundados por la envidia hacia los demás.

hay una burbuja invisible de protección que se crea en el hogar, mamá y papá en su afán de buscar el bienestar de los pequeños crean un campo de fuerza donde alimentan a sus hijos de afirmaciones y palabras de aliento para que su estima no esté sobre ni super valorada. Pero los abuelos y tíos se encargar de sobrecargar esa dosis de confianza y valoración creando en la niñez un sentido de falsa invulnerabilidad.
Al pequeño no se le puede decir que está cometiendo un error porque está siendo criado con la idea que él es perfecto, infalibles, que jamás se equivoca...he allí donde se empieza a incubar la soberbia.

La soberbia es una sobre valoración del ser humano, es decir de sus cualidades, habilidades, hasta incluso apariencia física. De todos es conocido que la sociedad es una jungla de supervivencia, desde los pequeños jardines de niños empieza la lucha por sobresalir en la clase de párvulos, de ser los mejores en deporte, arte, literatura, en fin, de todo lo que se nos ponga por delante... se capacita a los pequeños a ser los mejores en todo...pero nos olvida vacunarlos contra la bacteria de la soberbia...y está es repelida o restringida únicamente a través de administrarles a los hijos una buena dosis de humildad y sencillez.

Esa es la triste pero verdadera historia de la soberbia, el germen que empieza con un hermoso gesto de anhelar que nuestros hijos sean buenos en sus actividades, pero malos para reconocer que no importa lo que hagan, siempre habrá alguien mejor y mayor que ellos en la vida...y esa es la lucha en la que me encuentro a mis treinta y tres años. Se me enseñó que tenia capacidad para asimilar cuanta información tuviera enfrente, desde temprana edad me apasioné por el arte y las letras, las matemáticas me hacían los mandados, en deporte fui destacado en natación y en baloncesto los cuales son mis deportes favoritos, aprendí música y mi impulso por destacar me llevó a ser un músico integral y saber ejecutar varios instrumentos, en fin, una niñez y adolescencia llena de logros y reconocimientos...pero me hizo falta un ingrediente...Humildad.

Ahora resulta difícil admitir que mi esposa tiene la razón en esto o aquello, cuando me hace saber que algo de lo que hice o dije no estuvo bien. Es un calvario luchar con el pedir perdón a mi prójimo y reconocer mis errores. Es caminar cuesta arriba cuando debo obedecer y aceptar sujetarme a alguien... claro, para eso tenemos la ayuda del Espíritu Santo el cual nos lleva a esa verdad que nos hace libres, pero a veces la verdad lleva un proceso de días, semanas, meses y hasta años para interiorizarla y generar los cambios esperados. Solamente basta con el ingrediente esencial, la humildad, para que esa verdad empiece a producir cambios.

La verdad en su mayoría de veces, viene en la presentación de una gran capsula, la cual necesita un gran vaso de humildad para ser digerida y eso es lo que como conocedores de la palabra de Dios hemos sido llamados a hacer...

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