miércoles, 17 de julio de 2013

Adoradores en espíritu y en verdad

Cuando hablamos acerca de adoradores lo primero que se nos viene a la mente son cantos de meditación, personas llorando o levantando sus manos, y en cierto modo eso implica la palabra adorar...

Partamos desde una idea: El ambiente donde El Padre habita es la adoración. Ángeles, seres celestiales y veinticuatro ancianos le declaran Santo Santo Santo todo el tiempo, Su presencia es adoración continua.

El Padre es el que busca adoradores; es decir, personas que anhelen estar en Su presencia confiadamente, que se sientan cómodas y libres de disfrutar Su Paternidad. Eso nos da la vislumbre que necesitamos de una identidad para encajar en esta categoría: Hijos de Dios!!

Isaí es mi primogénito, y como mi hijo sabe que mi casa es su casa, mi refrigeradora es suya, la comida... Todo lo que está dentro de mi casa es suyo y tiene derecho sobre algunas cosas. El puede andar libremente en su cuarto, salir a jugar al patio, sentarse a ver televisión o jugar; sabe que es el lugar de papá y mientras esté en mis reglas podrá gozar de ciertos privilegios. 

Lo mismo pasa en la presencia del Padre, muchos no saben como adorarle porque no se saben hijos, amados, importantes para su Padre Eterno. 

Para poder adorar al Padre en espíritu y en verdad necesitamos la identidad de hijos... y Jesús ya pagó el precio para que seamos hijos de Dios!!!
Entremos con libertad a Su presencia, como hijos que se saben amados y privilegiados. 

Los momentos que más disfrutamos entre padre e hijo con Isaí es a la hora de  estar a la mesa para comer, a la hora de salir a  jugar con su carro "Matte" o a hacer "fiesta de burbujas" como el y yo le llamamos o escuchar alabanzas a la hora de ir a dormir, son momentos que me complazco de verlo disfrutar mi presencia y poderse sentar en mis piernas o recostarse en mi pecho confiadamente.  Se imagina usted y yo entrando a la Presencia del Padre para pasar un buen tiempo que nos llene de gozo, que nos afirme como hijos, que Se alegre juntamente con nosotros y que podamos recostarnos en Su pecho como mi hijo lo hace conmigo.
Le aseguro que nuestra adoración sería un río desbordante.

Recuerde...los adoradores son hijos que se saben amados!!!

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