martes, 10 de abril de 2012

Pero... Quien es mi prójimo?

La famosa parábola del buen Samaritano…Un maestro de la ley, al verse acorralado por las palabras de verdad que salían de Jesús, plantea esta pregunta, según la biblia, para justificarse por su conducta indolente contra la necesidad de los que lo rodeaban. De acuerdo con la costumbre del pueblo de Israel, era un deber presentarse al templo de Dios durante las fiestas solemnes
para celebrar la bondad y la misericordia de Jehová sobre Su pueblo. Dicho mandamiento era bien respetado y cumplido por los Sacerdotes y Levitas especialmente, puesto que sobre ellos estaba la labor de ocuparse de las cosas santas y de la preparación de todas las fiestas consagradas a Dios. Es muy fácil y común ver en los templos modernos a personas consagradas en las iglesias, y quien va a portarse inapropiadamente en un ambiente así, como dice mi pastor, en la iglesia todos son santos, nadie fuma, nadie toma ni dice malas palabras, no! en esos lugares somos luz, o por lo menos estamos rodeados de tanta luz que se opaca nuestra oscuridad. El asunto del amar al prójimo trasciende, según la lección que Jesús le está dando a este maestro de la ley, a las cuatro paredes de los templos e iglesias, el amor se muestra, o mejor dicho, se vive donde están las personas que lo necesitan. El amor se siembra en territorios agrestes, donde la necesidad de ayudar a mi prójimo sobrepasa cualquier barrera o estatus, porque es ahí donde da los mas hermosos frutos que agradan el corazón del padre. Un Sacerdote y un levita, ven a un hombre moribundo, inerte, tendido en el suelo lleno de hematomas, no por efectos del alcohol ni de estupefacientes, sino por una paliza propinada por salteadores de los caminos, su intención era cumplir con su Dios, pero le despojaron hasta de su anhelo por subir a su templo. Se supone que estos dos personajes orgullosos y de importante estatus, van contentos por haber cumplido con Dios, se dirigen pletóricos hacia sus hogares porque pudieron dar sacrificios a su Dios, pero no quieren auxiliar a un necesitado, viniendo ellos llenos del amor de Dios.Lo mismo sucede con nosotros mis amados, vamos a nuestras congregaciones el domingo a callar nuestras conciencias, y al salir de la casa de Dios, somos incapaces de mostrar el amor del cual venimos de escuchar, de cantar y de profesar con cierto grado de orgullo. De que nos sirve tal orgullo, de que nos sirve escuchar de un Dios que es amor, si el que esta cerca nuestro se esta consumiendo en su necesidad, y sabe, lo que necesitaba el herido de la historia iba guardado en las alforjas del Samaritano, vino y aceite para curar y ungir sus heridas, usted y yo tenemos lo que otros necesitan, pero nos negamos a cumplir el mandamiento divino. Jesús, hace ya más de dos mil años, descendió de su templo para encontrarse con heridos, golpeados por la vida, y en sus alforjas celestiales trajo salvación, perdón, amor, consuelo y sanidad. Pero lo más importante, nos entregó unas alforjas de amor, para que con ellas demostremos de su bondad a los que lo necesitan….

Entrada destacada

Llueve!!

Esta noche mientras llueve lentamente, empecé a reflexionar sobre lo efímero de la vida, sobre lo volátil del ser humano ante las cosas inta...